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Libro: El único e incomparable Iván – Katherine Applegate.

Iván es un poderoso pero tranquilo gorila que vive en el centro comercial Gran Circo. Allí se ha acostumbrado a los humanos que lo observan a través de las paredes de cristal de su jaula, y rara vez echa de menos su vida en la selva. De hecho, casi nunca piensa en ello, Iván prefiere ver la televisión y charlar con sus amigos Stella, una anciana elefante, y Bob, un perro callejero. Lo que más le gusta a Iván es pintar, captar en sus cuadros el sabor de un mango o el sonido de las hojas de los árboles. Pero el día que llega Ruby, una elefantita bebé que fue separada de su familia, todo cambia, e Iván comienza a ver su hogar y sus cuadros de una forma distinta.

Después de ser capturado en edad infantil, Iván fue criado en un hogar humano hasta que fue incorporado a una extraña colección de animales alojados en un centro comercial de temática circense. Iván pasó 27 años de su vida solo en una jaula, sin ver a ningún animal de su propia especie, antes de ser trasladado a un zoológico en 1994.

La historia es bastante sencilla y si te gusta investigar encontrarás que gran parte de la historia está basada en hechos reales. Varios de los animales en verdad existieron y varias de las situaciones por las que pasan en el libro lamentablemente también fueron reales. Lo interesante es que la autora dio en el blanco al recrear la historia e inyectarle buenas dosis de esperanza, humor y aprendizaje. Aunque este libro está catalogado como ‘infantil’ el mensaje que comunica es universal y cualquier joven o adulto puede disfrutarlo.



«Los personajes de esta historia atraparán los corazones de sus lectores y nunca los dejarán ir. Una lectura obligada.» 
-School Library Journal.

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Autor/a: Katherine Applegate.
Editorial: Océano Gran Travesía. 
Nº de páginas: 324. 
Precio: 15,95 € 

Katherine Applegate combina humor, ternura e ingenio para crear la inolvidable voz de Iván en esta historia de amistad, arte y esperanza.


“Me cuesta creer que haya una conexión en el espacio y el tiempo que me emparenten con toda una raza de payasos sin modales.” 


Leí este libro en enero y no sé porque razón todavía no me he dignado a hacer la reseña. Tengo que decir que es un libro que me encantó, muestra muchos de los malos y buenos aspectos del ser humano y consigue trasmitir mucho con muy poco. 

Como ya veis por la sinopsis Iván es un gorila, Iván es el protagonista y es un gorila. La historia se ve desde su punto de vista, que sí, que todos sabemos que todo está en la cabeza de una persona humana, en la cabeza de la escritora pero no encuentro nada más idóneo para hablar sobre los humanos que un humano.

“Todo el día observo a los humanos que se apresuran de una tienda a otra. Intercambian entre sí sus papelitos verdes, resecos como hojas viejas y con el olor de las miles de manos que los han tocado una y otra vez. Van en una búsqueda frenética, cual cacería, asedian, empujan, refunfuñan. Después se marchan, con sus bolsas llenas de cosas, cosas brillantes, suaves, grandes. Pero no importa cuán llenas estén las bolsas, siempre vuelven a por más.” 


Lo cierto es que podrá decir mucho sobre este libro, podría hablar durante horas de ciertas partes pero no voy a hacerlo, solo quiero que sepáis que es un libro genial, que es un libro que todo lector (y no lector) debería leer porque es genial.



La historia es narrada por Iván y todos los personajes que intervienen en la historia son contados con la mano así que no corres el peligro de perderte o confundirte. Cada personaje tiene una personalidad distintiva que ayuda a que la historia fluya con naturalidad y hasta el ‘villano’ de la historia te causa cierta empatía cuando conoces su historia. Las palabras y frases utilizadas a lo largo de la historia son bastante simples pero de cierta manera te hacen creer que es la forma en que un gorila se expresaría, no hay otra manera de explicarlo
“Los humanos ven en mi tamaño una prueba para sí mismos. Oyen rumores de pelea en el viento, cuando yo tan sólo pienso en cómo el sol del final del día se parece a una nectarina madura.”

Lo que quiero con esta entrada, porque no sé si se le puede considerar reseña, es decir que es impresionante y que tenéis que leerlo, quizá este repitiendo millones de veces la misma cosa y todo esto no tenga mucho sentido porque normalmente las cosas que digo no tienen mucho sentido, pero de verdad, leed este libro porque merece la pena.

“Todos los días los observo desde mi ventana, así como mis visitantes solían mirarme a mí.”
El Unico e Incomparable Ivan Libro Kindle Katherine Applegate

 

En medio de libros llenos de historias fantásticas llevadas al extremo, El único e incomparable Iván de Katherine Applegate es una opción bastante recomendable para quienes buscan una historia común y corriente con un mensaje bastante positivo que no solo hará reflexionar a los pequeños sino a cualquier persona dispuesta a prestar atención.

PD: sé que hay más fragmentos del libro que de lo que yo tengo que decir de él pero creo que con eso podés captar mejor su esencia que con cualquier otra cosa que yo pueda decir.

Libro: El ladrón del rayo (Percy Jackson) | Rick Riordan

¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Pues eso es lo que le sucede a Percy Jackson, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su vida.

Título: El ladrón del rayo.
Título original: The Lightning Thief
Autora: Rick Riordan.
Saga: Percy Jackson y los dioses del Olimpo (I).
Editorial: Salamandra.
Año: 2006.
Páginas: 288.
Narrador: 1ª persona (Percy Jackson).


Sinopsis:  El ladrón del rayo. 


Expulsado de seis colegios, Percy padece dislexia y dificultades para concentrarse, o al menos ésa es la versión oficial. Objeto de burlas por inventarse historias fantásticas, ni siquiera él mismo acaba de creérselas hasta el día que los dioses del Olimpo le revelan la verdad: Percy es nada menos que un semidiós, es decir, el hijo de un dios y una mortal. Y como tal ha de descubrir quién ha robado el rayo de Zeus y así evitar que estalle una guerra entre los dioses. Para cumplir la misión contará con la ayuda de sus amigos Grover, un joven sátiro, y Annabeth, hija de Atenea.

''El ladrón del rayo'' es el primer libro de la archiconocida saga ''Percy Jackson y los dioses del Olimpo''. Yo conocí esta saga hace muchos años, antes de entrar en el mundo literario, por las adaptaciones cinematográficas de las cuales he visto las dos que hay actualmente. Aunque hay opiniones dispares, la mayoría de la gente habla bien de esta saga, así que al fin me he decidido a leerla.

La ambientación y el mundo creado por el autor me han encantado. Sin duda, Riordan es un hombre que posee una gran imaginación. Otro punto a favor, es que leyendo esta saga, podemos aprender muchísimo sobre la cultura del Olimpo, las historias de los dioses y demás, ya que no todo en este libro es ficción.

La narrativa del autor es muy ligera y dirigida a un publico más bien infantil. El ritmo de la historia es bueno, in extensas descripciones que ralenticen el ritmo de la historia.
La idea de la historia me ha parecido buena pero la trama en sí no ha sido para tanto.

Libro: Mis whatsapp con mamá | Alban Orsini.

«CijkiopplypM'po» es el primer whatsapp que una madre envía a su hijo con su nuevo smartphone. Recién iniciada en las nuevas tecnologías y entusiasmada por la facilidad de irrumpir en la vida cotidiana de su retoño, aprende a manejar el nuevo teléfono a costa de la paciencia del chico.
 
 
Título: Mis whatsapp con mamá.
Título original: Els meus whatsapp amb la mama.

AutorAlban Orsini.
Tipo: Autoconclusivo.
Editorial: Grijalbo.
Año: 2014.
Páginas: 37.
Narrador
: Inexistente.
 
 
''Mis whatsapp con mamá'' es una especie de novela gráfica pero no llega a ser una, tampoco es una novela redactada de una forma usual. Está narrada en mensajes de whatsapp, esa aplicación que usamos constantemente para comunicarnos entre nosotros.

Es un enfoque ciertamente original, aún así, esta novela deja mucho que desear.

No voy a hablar mucho de esta novela, porque apenas tengo nada que decir. Me dejó totalmente indiferente, no me pareció ni divertida, ni triste, ni interesante.
 
Los diálogos me parecían totalmente inconexos y que no formaban una historia como tal, y el final me pareció innecesario y totalmente fuera de lugar,

''Mi whatsapp con mamá'' ha sido una tremenda decepción, ya que donde esperaba una cómica novela gráfica me he encontrado con un ir y venir de diálogos que dejan indiferente al lector.

Libro: Perdida | Gillian Flynn (Gone Girl).

En un caluroso día de verano, Amy y Nick se disponen a celebrar su quinto aniversario de bodas en North Carthage, a orillas del río Mississippi. Pero Amy desaparece esa misma mañana sin dejar rastro. A medida que la investigación policial avanza las sospechas recaen sobre Nick. Sin embargo, Nick insiste en su inocencia. Es cierto que se muestra extrañamente evasivo y frío, pero ¿es un asesino?

Perdida arranca como todo buen thriller que se precie: una mujer desaparecida, una investigación policial... Pero es que Perdida no es solo un buen thriller. Es una obra maestra. Un thriller psicológico brillante con una trama tan apasionante y giros tan inesperados que es absolutamente imposible parar de leer. Perdida es también una novela sobre el lado más oscuro del matrimonio, sobre los engaños, las decepciones, la obsesión, el miedo. Una radiografía completamente actual de los medios de comunicación y su capacidad para modelar la opinión pública. Pero sobre todo es la historia de amor de dos personas perdidamente enamoradas.

“Un retrato aterrador del matrimonio, que hará reflexionar al lector sobre quién es en realidad la persona que duerme al otro lado de la cama".
Time
 “Una narradora aguda con talento para lo macabro".
Stephen King.

Gone Girl | Gillian Flynn


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Título: Perdida
Título original: Gone girl Autora: Gillian Flynn
Editorial: Roja y Negra Editorial
Año: 2012
Páginas: 559
Narrador: 1ª persona (Nick y Amy)

DISPONIBLE EN KINDLE: >LEER<


Acerca de la autora.

Gillian Flynn fue la principal crítica de TV ENTERTAINMENT WEEKLY y ahora escribe a tiempo completo. Su primera novela SHARP OBJECTS fue la ganadora de dos DAGGERS CWA y fue seleccionada para el GOLD DAGGER. Su última novela, GONE GIRL, es un gran bestseller. La adaptación cinematográfica de GONE GIRL, dirigida por David Fincher y protagonizada por Ben Affleck y Rosamund Pike, ganó el Premio de Cine de Hollywood 2014.


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Tenía pensado hacer está reseña hace ya unas semanas, cuando tenía el libro mucho más reciente, pero no ha podido ser, así que esta reseña probablemente sea más corta de lo que en un primer momento había pensado.

Esta libro hace poco pasó por un tremendo hype que aún sigue vigente, se situó en las listas de ''los más vendidos'' y todo el mundo hablaba maravillas de él. Ahora que se ha pasado el furor, me toca leerlo a mí.

Mis expectativas hacía este libro eran altísimas, y en algunos aspectos me ha sorprendido mucho, y en otros me esperaba un poco más. Aunque no sea de los mejores libros que he leído, puedo decir sin dudarlo que nunca he leído nada igual.

Una vez que nos adentramos en la historia nos encontramos de frente con la mente retorcida de Gillian Flynn.


El planteamiento de la historia no dista mucho de cualquier novela negra normal. Marido y mujer se pelean y la mujer desaparece misteriosamente al día siguiente, todas las sospechas recaen sobre el marido. Nada especial, ¿verdad? Pues una vez que nos adentramos en la historia nos encontramos de frente con la mente retorcida de Gillian Flynn que hará que le des mil y una vueltas a la historia, intentando decantarte por un culpable.

El desarrollo de la historia sin lugar a dudas es lo mejor, y también la profunda definición de los personajes. Eso sí, he de decir que Amy, la co-protagonista, es uno de los personajes más insufribles que he leído en mucho tiempo, y aún así, la admiro.

En cuanto a lo que no me ha gustado del libro, entre otras cosas, está el final. Fue un final que me dejó con un mal sabor de boca y no me pareció lo más adecuado para esta historia, aunque encajase un poco en la línea que seguía la historia. No me imagine que el final iba a culminar de la manera en que culminó pero me imagino que habrá otro libro para la continuación de la historia. Dejo a Nick en la posición de un hombre manipulado por su mujer y a Amy como una mujer que se sale con lo que quiere por el simple hecho de ser astuta. ¡Lo recomiendo!

Ir a Marte.

Desde pequeños aprendemos a reconocer la importancia de ser respetuosos, de no herir gratuitamente los sentimientos de los demás, pero continúa pujante la necesidad de decir lo que pensamos. Así que, frente al silencio, el eufemismo podría ser una solución cortés; un compromiso entre represión y deseo. Por eso decimos que una persona es robusta, y no gorda, o que alguien está pasado de copas, porque no merece ser llamado borracho. Sin embargo, el ámbito político nos muestra a diario el lado putrefacto de este recurso, donde no avergüenza decir que los impuestos no suben sino que se cambia la ponderación y abundan expresiones como movilidad exterior, en lugar de exilio, o indemnizaciones en diferido, en lugar de pufo. Ahí el eufemismo es sinónimo de mezquindad y, por irrespetuoso, nos invita a apartar la nariz. 


El eufemismo es sinonimo de mezquindad y, por irrespetuoso, nos invita a apartar la nariz.



En el día a día también recurrimos a usos que delatan nuestra incapacidad para afrontar algunas situaciones; ocurre cuando nos expresamos mediante préstamos de baja estofa, como tolerancia cero, interrupción del embarazo o persona de la tercera edad. Y la palma se la llevan las insurgencias de sexo y muerte. En estos casos, no faltará alguien del entorno que nos invite a cambiar de tema y, si llegamos a pronunciarlo, es muy probable que recurramos a expresiones como hacer el amor o acostarnos y descansar en paz o fallecer. Apartamos la nariz.


Toda esta contaminación del lenguaje es persistente y busca colarse en lo que escribimos. De manera que, si no queremos reproducir la cobardía de estos clichés, conviene detectar los eufemismos, para aceptarlos, eliminarlos, criticarlos o mofarnos de ellos, según se nos antoje más acorde con nuestro carácter. Aun así, queda el riesgo de caer en el peor de los eufemismos, aquel que cubre toda la historia, cuando eludimos abordar las cuestiones que nos preocupan íntimamente y nos dejamos arrastrar a mundos ajenos. Es la manera más rotunda de apartar la nariz.



Otra variante sutil del texto evasivo consiste en no definirse y bailar entre aguas. Para ello se recurre a dos ideas: 1) todo es relativo, fórmula perfecta para zafarse, que además tiene el doble filo de servir para minimizar lo intolerable, y 2) que cada palo aguante su vela, símbolo de la atomización de la sociedad. Ambas ideas tienen la ventaja de no requerir argumentación, porque no son cuestionadas, encuentran el asentimiento general e incluso reconfortan (como que estamos ante dos de las premisas del pensamiento único contemporáneo). Demasiados artículos de opinión, por ejemplo, están escritos desde la aparente amplitud de miras de la neutralidad.  

El escritor es un vigía atento a su tiempo.


El escritor es un vigía atento a su tiempo. Puede llevarse su historia a Marte, pero en la nave, dentro de cada uno de los trajes de cosmonauta, viajarán los miedos y deseos que convertirán a ese mundo nuevo en un escenario humano real, tal como hizo Ray Bradbury en sus Crónicas marcianas. Tal vez sea más cómodo evadir las cuestiones importantes y escribir acerca de margaritas y personajes aromatizados, pero ¿y si nos atrevemos a oler la verdad?

Las voces de alarma.

Al valorar la obra de un autor, cabe preguntarse si se atrevió con su mundo, con  la condición humana, o se limitó a verter tinta como táctica evasiva. ¿Es escritor o  calamar? El calamar tiene la condición escapista de nuestra sociedad; puede cubrirla con cincuenta sombras. Al escritor, sin embargo, le basta con insinuar algunos términos para que muchos lectores huyan de él aduciendo estar hartos: prefiero no saber. Entre otras, actualmente hay tres palabras que provocan ese efecto. Crisis. Corrupción. Pobreza.  


¿Ha sentido la tentación de abandonar la lectura al oírlas? 


Muchos opinan que la extendida función lúdica de la evasión (omnipresente  en librerías y carteleras) no es más que un narcótico, útil tan solo para las clases  dominantes. La evasión propone tramas que permiten una sencilla identificación  con los personajes, terminan desenredando todos los nudos y resolviendo el  conflicto. En ellas todo acaba como se quiere que acabe y su aspecto comercial  demande. El lector, o espectador, sale satisfecho de su capacidad de empatía  o compasión y, en los numerosos casos de final feliz, relajado y en falsa  comunión con el mundo. 

Por otro lado, aquellos autores que eligen profundizar en la condición humana  y su mundo íntimo, se adentran en las posibilidades de conocimiento y denuncia que, como otras disciplinas artísticas, también asume la literatura. La trama se complejiza  y compromete con las dimensiones psicológicas e ideológicas y, en lugar de conciliar  al lector con nociones virtuales y ajenas a su inserción y compromiso social, le plantea  interrogantes e interpretaciones contradictorias. Estas son las obras cuya lectura  puede convertirse en una experiencia vital que suscite una transformación interior. 

En un mundo que ha perdido soporte moral como consecuencia del  individualismo provocado por el triunfante american way of life, tal vez la  transformación más urgente sea la disposición a construir un nuevo código  que nos permita creer en (y crear) una sociedad más justa. Sin embargo, este  cambio sólo podemos producirlo en el ámbito personal y, desde ahí, influir  en las vidas del entorno. Nuestro tiempo está marcado por una dicotomía:  retroceso moral o progreso ético


¿Cree usted, como Óscar Wilde, que todo  arte es inútil o piensa que tiene la capacidad de alterar lo establecido?

Apostar por la singularidad.

El individualismo actual se caracteriza por la consecución del goce inmediato, sin mediar palabra, lo que acaba dejando al sujeto a solas  con la pulsión de muerte. De ahí la multiplicación de adicciones (drogas, internet, deportes de riesgo) o la fragilidad del lazo social, evidente en la escasez de movimientos solidarios y reivindicativos, a pesar de que en la sociedad, al igual que en la neurosis, el sadismo del superyó exige más al sujeto cuanto más se somete. No hay que olvidar que la cultura no es sólo el pacto simbólico que posibilita la convivencia, además alberga en su seno la pulsión de muerte. 

Este panorama ya fue analizado por Freud en El malestar en la cultura (1930), un ensayo que, escrito en plena época de consolidación del nazismo, permanece vigente. Buscar la felicidad total es una premisa universal que mueve a la humanidad. Reconocer que eso es imposible, que siempre falta algo y en consecuencia se desea, es la vía del psicoanálisis. La sociedad de consumo engaña al ciudadano prometiéndole que todo es posible, incluida la satisfacción completa. Intenta matar el  deseo pretendiendo cubrir esas carencias con el  objeto de consumo. Así surgen paradojas como las de sectores sumergidos en la pobreza inundados por televisores, móviles y otros objetos  tecnológicos, o la profusión de comentaristas que lo saben todo sobre todo y en todo momento.


¿Es posible tener otro tipo de vínculo social  o nos instalamos en el pesimismo? 


El psicoanálisis apuesta por una ética del  deseo. Reconocer que el ser humano es siempre incompleto es aceptar nuestra propia singularidad y la de los demás, respetar al otro y salvar al sujeto de sucumbir en la identificación masiva de la globalización. 

Se trata de una ética de la responsabilidad, no de la culpa, porque el sujeto, a pesar de estar atravesado por el inconsciente, es responsable de sus decisiones, aunque sean forzadas por la cultura, ya que esta es una combinatoria de elecciones. 


En este sentido, el escritor es responsable de las palabras y los temas que elige, y también de sus efectos, así como el lector lo es de las lecturas que realiza.

Entrevista: Fernando Savater.


Queremos felicitarle por uno de sus últimos libros, Las ciudades y los escritores, ¿una guía literaria para viajeros o una guía turística para lectores? 


De las dos cosas tiene un poco. La matriz original del libro son unos programas culturales para televisión que hicimos hace un par de años con una productora argentina. Consistían en viajar a trece ciudades o regiones en las cuales hubiera habitado, crecido o trabajado un gran escritor. La Bretaña de Chateaubriand, el Londres de Virginia Woolf, el Buenos Aires de Borges, la Praga de Kafka... y de ahí salió este libro. Esos lugares donde han vivido los escritores, los paisajes que ellos vieron, que les inspiraron, constituyen un viaje que enriquece la imaginación y la cultura. 

¿La selección refleja sus gustos literarios?


Tiene un poco de trampa; son autores que vivieron en lugares que se prestan al viaje. Ha habido grandes escritores que no salieron prácticamente de un barrio, de una habitación de su casa. La gracia estaba en buscar autores que tuvieran paisaje, por  decirlo así, que hubieran vivido en ciudades o regiones muy vistosas, con mucha historia. La Escocia de Stevenson o la Irlanda de Yeats. Aunque, por supuesto, todos son  autores por los cuales siento especial  cariño. Ahora estamos preparando una  segunda parte de Lugares con genio.  En principio no hemos tenido financiación suficiente para los viajes por la crisis de la cultura, pero no perdemos la esperanza. 

¿Cómo hacemos para no perder la esperanza?


Lo primero es ser pacientes.  Desgraciadamente en nuestra época hay miedo por la cultura y un predominio de  la vulgaridad. Siempre he preferido no quejarme y ofrecer programas de televisión y libros con los que he intentado decir que se pueden hacer otras cosas divertidas e interesantes. Cuando se habla del desnivel educacional de nuestro país, mucho más que el informe Pisa, a mí me sirve saber cuáles son los programas de televisión más vistos. Por eso hay que ofrecer otras cosas, sobre todo a quien no quiere quedarse pataleando y llorando de ver cómo está  el mundo.

Continuemos viaje entonces. Antes  que iglesias, algunas personas preferimos  visitar los lugares de los escritores que nos conmovieron. ¿Es otra religión? 


Reconozco que soy muy fetichista de los autores que me han gustado, de los sitios. De ahí venía el juego de palabras del título de los programas, Lugares con genio.  El genio era una cosa de la que hablaban los latinos, cada lugar tiene su genio, su  espíritu tutelar, y yo creo que hay autores que se han convertido en genios o espíritus tutelares de la ciudades que habitaron, de los paisajes que vieron. Por supuesto,  en una gran catedral o en las obras de  Bach hay mucho espíritu, orientado en una forma clásica religiosa, pero ese espíritu también está en los grandes escritores y  en los paisajes que les vieron crecer, en los lugares donde están enterrados. Viajar no es solamente trasladar la osamenta, viajar es una forma de ensanchar el espíritu.

En la primera pregunta utilicé la expresión guía turística. ¿La acepta usted o sólo la  ha tolerado? 


Todos queremos ser algo más que turistas. Mientras los demás nos parecen turistas vulgares, nosotros nos vemos como turistas sublimes. En el turismo, como los lectores, como los espectadores de televisión, hay quien se contenta con poco y quien es más exigente, quien quiere más y sabe calibrar, sabe disfrutar. A veces con menos dinero, más imaginación y recogimiento interior,  se puede disfrutar más del viaje. Si vas a Roma debes ver La Piedad de Miguel Ángel. Querer ser original y decir: no, yo no veo El Moisés, ni La Piedad, pues muy mal. Aunque veamos cosas que todo el mundo ve, también hay otras exploraciones más personales que podemos hacer. No es excluyente, eso es lo que yo quería señalar con el libro.

¿Tal vez seamos más viajeros y menos turistas cuando, como usted ha comentado antes, en el viaje ensanchamos el espíritu? 


Los viajeros antes eran más aventureros,  más exploradores. En muchos casos no  había turismo, y no siempre lo pasaban bien. Yo creo que a muchos de los viajeros del  XIX no les hubiera importado encontrarse  mejores hoteles o transportes. Flaubert, con su amigo Maxime du Camp, viajó por Oriente. Fue un viaje que influyó mucho en los gustos, los intereses y la imaginación del escritor. Ellos tardaron un año y medio en ir a Egipto y a algunos otros lugares de Oriente, y luego volver por Grecia e Italia. Hoy todo ese periplo podríamos verlo en quince días o un mes, y bastante bien.  Nos perdemos más aventuras, pero también  nos queda mucho más tiempo para conocer Japón o Australia. Antes, los viajeros iban en medios de transporte más lentos y  menos cómodos, pasaban bastantes  noches en una posada del camino, así  que, los que eran observadores, tenían un caudal de experiencias que nosotros hoy, viajando de NH en NH, no tenemos.


¿Y qué clase de viaje hacemos al leer?


Ese viaje interior es para algunos el  más importante de nuestra vida. Si tuviera que establecer las grandes aventuras  espirituales que me han pasado, tendría  que decir: en tal año leí por primera vez  La Isla del Tesoro, en este otro año  descubrí a Sherlock Holmes. Pessoa no se movió de Lisboa, salvo en  una ocasión que fue a Sintra. Él dijo: viajar, yo viajo muchísimo, cada día voy llevando mi cuerpo del martes al miércoles, del  miércoles al jueves. El viaje es el del  día tras día con nuestras aventuras de enfermedades, dolores, placeres. Y junto a eso, además, está la lectura. Ha habido grandes viajeros que han peregrinado por  el mundo sin salir de su habitación.

¿Podríamos decir que hay turistas de la lectura y viajeros de la lectura? 


Sin duda. Hay un libro de Xavier de Maistre titulado Viaje alrededor de mi habitación donde el protagonista habla de su cuarto  y de las cosas que hay en él. Describe los recuerdos que le llevan a otros lugares. Una biblioteca es un mundo de viajes,  porque, en el fondo, todos vivimos  dentro de nosotros mismos, el exterior  es un decorado. La verdadera realidad es lo que tenemos dentro, lo que sentimos y disfrutamos en cada lugar, y eso los libros nos lo dan tanto como los aviones.

¿Y la Filosofía? Para algunos es una forma de resolver dudas. Usted, sin embargo, la presenta como un viaje de conocimiento para entrar en ellas.

El escepticismo es el comienzo de la  Filosofía. La persona que se cree lo que le dicen, nunca filosofa, simplemente repite algo que ha oído. Durante mucho tiempo  la sabiduría tradicional era un conjunto de  frases hechas, tradiciones piadosas, leyendas edificantes con las que la gente resolvía todas las cuestiones. El filósofo es el que no se fía nunca de esas cosas, le parecen contradictorias o poco explicativas, y busca. La Filosofía nos ayuda a convivir con las preguntas, no a responderlas definitivamente, pero esa convivencia con las preguntas nos enriquece, nos hace entender de una  manera más completa, más satisfactoria.

¿Acaso hay que esperar una respuesta? 


Las respuestas de la Filosofía forman  inmediatamente parte del ahondamiento de la pregunta. Si alguien le pregunta a un científico, por ejemplo, de que está hecha el agua, el científico responde que es hidrógeno y oxígeno en una proporción determinada, y eso resuelve la pregunta.  Mientras que si preguntamos qué es la libertad, todas las respuestas, que son muchas, no cancelan la pregunta, sólo nos hacen paladearla mejor. Las grandes respuestas de la Filosofía no cancelan las preguntas filosóficas, sólo las ahondan y las ensanchan. 

¿Podemos entender entonces la Filosofía  y la Literatura como un viaje sin final? 


Final, geográficamente, sí tienen. Heinrich Heine dice en unos versos: preguntarse una y otra vez, hasta que un puñado de tierra nos cierra la boca, pero ¿es eso  una respuesta?

Albert Camus decía que para acercarnos  a la Filosofía había que escribir novelas, porque visualizaba actitudes. Sin embargo, la literatura que está obteniendo éxitos  de ventas suele ser acrítica… 


Eso siempre ha sido así. La Filosofía siempre es personal. La diferencia entre un filósofo y alguien que cuenta mitos es que este último cuenta mitos intemporales, impersonales, que no tienen nombre de autor ni nada por debajo. Un novelista que utilice la novela para hacer reflexiones filosóficas, como hacía  Thomas Mann o el propio Camus, genera siempre relatos con nombre propio. Luego, hay otras historias que son ficciones, que despiertan la imaginación, fomentan la  lectura y no necesitan ser filosóficas en  el sentido más profundo del término. La isla del tesoro es una novela hermosísima, pero no es una novela filosófica como La montaña mágica de Thomas Mann, y eso  no le quita mérito. Es tan tonto reprocharle a Aghata Christie que no escribiera las cosas que escribía Kafka, como decirle a Kafka que escribiera novelas policiacas como Aghata Christie. Lo que pasa es que hay autores que no es que sean filosóficos o no, sino que son muy simples, muy manidos.

Hemos hablado del viaje en unos términos muy amplios y tal vez sea conveniente  delimitarlo. ¿Cuándo no viajamos? 


Cuando te resignas. La resignación a la  rutina, a la parte aburrida, menesterosa de la vida; cuando creemos que eso es la verdad de la vida, hemos dejado de viajar. Julio Cortázar tiene una historia estupenda de un gran aventurero cuya aventura  consiste en levantarse del sillón, bajar  la escalera de su casa, cruzar la calle y comprar el periódico. Lo cuenta todo como una historia extraordinaria, los ruidos, los peligros que corre. Uno puede vivir las cosas como una gran aventura o como una rutina, como una maldición, pura necesidad, y en esos casos ya no está viajando.  

El viaje y los pioneros del invento fotográfico.

La fotografía de viaje emerge apenas unos años después de la invención de la fotografía, en enero de 1839, cuando William Henry Fox Talbot, en Inglaterra, y Louis-Jacques-Mandé Daguerre, en Francia, expusieron sus métodos de hacer fotografías descubiertos casi en paralelo. Se hacía realidad un sueño compartido por escritores y artistas.







La invención de la fotografía abrió grandes expectativas sobre lo que este nuevo sistema gráfico podría aportar, tanto a la difusión del conocimiento, como a la labor de los que desarrollaban actividades en el campo de la ciencia y el estudio. También se reconoce en la fotografía un medio para testimoniar las actividades humanas, ilustraciones que se incorporaron paulatinamente al libro y las publicaciones periódicas.


Durante el siglo XIX, las escasas oportunidades de viajar hicieron que entornos de paisajes lejanos se convirtieran en documento y objetivo de muchos fotógrafos, que los divulgaron a través de la venta y publicación de imágenes, y que estimularon a su vez la curiosidad de los viajeros de la época. Los motivos de esta fotografía eran paisajes y arquitecturas, a las que se unían reproducciones de obras de arte, monumentos, colecciones de vistas relativas a viajes y expediciones, y sucesos de su tiempo, con el fin de informar a la población.

Ya en el ecuador del siglo XIX existe un material fotográfico muy variado, de múltiples usos y procedencias. Talbot puede considerarse el precursor del fotorreportaje, el primero en documentar fotográficamente sucesos de actualidad. Su amigo y colega, Calvert Richard Jones, fue uno de los primeros en crear estudios panorámicos de paisajes y arquitecturas capturados a partir de parejas de negativos, a los que llamaba imágenes dobles.

Aquellos fotógrafos viajeros inmortalizaron en blanco y negro distintos rincones de Europa, Próximo Oriente o África. Autores anónimos o nombres decanos de la fotografía documental, fueron los precursores del tratamiento del viaje en el medio fotográfico y nos dejaron un notable legado, un relato visual y literario de una Europa color sepia que sirvió de estímulo a viajeros imaginarios.


Los más prestigiosos fotógrafos del XIX, como Herbert, Laurent, Nadar o Debas, capturaron en el formato de la época, la carte de visite, además de retratos, instantáneas de ciudades lejanas, rincones urbanos y parajes naturales. Con la aparición de la fotografía estereoscópica o imagen tridimensional, y otros nuevos formatos, ampliaron el repertorio de vistas de ciudades y pueblos distantes y, por tanto, exóticos.

Estos pioneros de la fotografía, que recorrían lugares históricos animados por la pasión hacia las culturas antiguas que ya un siglo antes caracterizaba a los diletantes del Grand Tour, contribuyeron a difundir en el imaginario colectivo imágenes de ciudades legendarias, en el espíritu romántico del Gran Viaje, popularizado sobre todo por la literatura inglesa, y predecesor del turismo moderno. Las visitas a Italia, Francia y España eran cosa común para estos primeros fotorreporteros, si bien otros fotógrafos viajeros decidieron recorrer lugares más lejanos y menos accesibles.

Desde las Excursions daguerriennes y los aficionados a la fotografía seriada, desde Jornard, Clifford, Laurent y Hauser y Menet, las sales de plata capturaban para compradores y coleccionistas cientos de imágenes de ciudades míticas que se distribuían por toda Europa. El fotógrafo británico, Burton Norton, viajó por el continente europeo realizando instantáneas y nos legó un archivo visual de indudable interés. Supuestamente, le acompañaba su ayudante, W. G. Jones, que describió el periplo en unos textos que narran las imágenes de Norton. En ellos se filtran reflexiones históricas, personajes como Petrarca o Shakespeare, y lugares emblemáticos como el Panteón romano. Jones afirmaba: Burton siempre guardaba un espacio para el escepticismo. Desconfiaba, digamos, de la autenticidad de lo que veíamos por Europa. Su trabajo podría considerarse un ensayo sobre la fotografía documental y su lenguaje, y sobre la integración armónica entre textos e imágenes.






En el seno de las grandes ediciones de álbumes de viajes y expediciones fotográficas que dan a conocer el patrimonio histórico de diferentes países, podríamos destacar a los franceses Jean Laurent y Jean David. Sus obras testimonian el interés de aquellos fotógrafos, activos a mediados del XIX, por captar el paisaje y los monumentos de otras regiones. De Jean Laurent, que instala su estudio en Madrid en 1857 y crea una portentosa empresa fotográfica, se conservan albúminas de gran valor documental, fechadas en la década de los años sesenta del XIX, sobre ciudades, arte y monumentos españoles. En cuanto a los álbumes de viajes firmados por Jean David, destaca el que contiene vistas de Italia (ca. 1866), con espectaculares imágenes de panoramas urbanos predominantemente venecianos.

En el círculo de fotógrafos ingleses, hay que hacer alusión a las vistas españolas de Charles Clifford, y a Roger Fenton, que nos dejó imágenes impactantes de Inglaterra, Escocia o Gales. En 1852, durante una expedición a Kiev, Fenton realizó las primeras fotografías conocidas hasta la fecha de Moscú y San Petersburgo. Del mismo modo, uno de los primeros fotógrafos que hizo fotografías pensadas para atraer a los viajeros fue Robert McPherson, cuyas tomas de los edificios romanos y de los alrededores de la ciudad se encuentran entre las producciones arquitectónicas más distinguidas del siglo XIX. En su estudio de Roma podían adquirirse estas fotografías únicas, por lo que se anticipó a los modernos puestos de vendedores de postales. A mediados del siglo XIX, Henri Le Secq, fue seleccionado por la Commission des Monuments Historiques como fotógrafo integrante de la Mission Hélografique, agencia promovida por el gobierno francés que generó un ingente repertorio fotográfico de la arquitectura histórica de Francia. Hacia 1855, la mirada del británico James Robertson nos regaló numerosas vistas de Atenas, la Acrópolis y el Partenón, así como un archivo fotográfico de Constantinopla y otros lugares históricos del Mediterráneo, como Malta, Damasco, o Egipto.

El literato y fotógrafo británico Frederick H. Evans, fascinado por la arquitectura y el arte medieval, tomó la catedral como tema central de sus creaciones literarias y fotográficas, al igual que sus coetáneos, los escritores Victor Hugo y J. K. Huysmans. Provisto de su cámara y negativos de vidrio, inmortalizó muchas de las catedrales más bellas, como las de Rheims o Durham. En España, entre las primeras fotografías de viajes realizadas durante el siglo XIX, podemos citar las del fotógrafo alemán Agust F. Oppenheim, alumno de Gustave Le Gray, realizadas en 1852; y las de Auguste Muriel o Robert Peters Napper, tomadas en Andalucía. Es el mito romántico de la Alhambra, tantas veces protagonista de la literatura y la fotografía, el que hace de Granada y el palacio nazarí uno de los lugares españoles más fotografiados. No deja de ser paradójico que en el momento más decadente de la Alhambra, cuando degeneró en un rincón marginal de la ciudad y su arquitectura se hallaba sumida en el abandono, los viajeros extranjeros acudieran a ella erigiéndola en uno de los conjuntos arquitectónicos más legendarios. Uno de los fotógrafos que inmortalizó detalles del complejo nazarí fue Gustave de Beaucorps, viajero aristócrata aficionado a la arqueología y especializado en arte islámico.




Todas estas imágenes han servido para conocer el pasado perdido de los monumentos y sustentar hipótesis sobre su estado remoto. En el cambio al siglo XX la tarjeta postal desempeñó una labor fundamental al popularizar otros lugares históricos en el imaginario colectivo. La industria floreciente de venta de postales mostraba panorámicas geográficas o sitios monumentales que resultan de gran utilidad, tanto para la investigación del pasado, como para conocer cómo se produjo la recepción popular de las imágenes.

Estos diarios visuales recogen las impresiones sobre paisajes y lugares remotos, a la vez que transmiten las emociones silenciosas generadas en su día por el encuentro de la cámara con estos territorios. También favorecen la reflexión sobre el paisaje y la arquitectura en la que destaca la atención a los elementos latentes y simbólicos que entran en juego, tanto en su configuración, como en su percepción.

A lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, los fotógrafos no han cesado de recorrer los cinco continentes para mostrar su particular visión del mundo explorando espacios contemporáneos; han seguido profundizando en la definición del viaje y en las diversas formas que este toma en función de la diversidad de viajeros, trayectos, intervalos y destinos existentes. En los intereses de los fotógrafos contemporáneos se aprecia, sin embargo, la atención por otro tipo de viajes, itinerarios vitales como el viaje a la memoria o el viaje interior, pasando lógicamente por los desplazamientos a tierras extrañas, bien por placer, o por causas ajenas a su voluntad, ya sean sociales, políticas o económicas. El viaje propuesto por los creadores actuales aborda lo exterior, si bien se trata realmente de un viaje al interior.



Este viaje al mundo nos hace revivir momentos de intensa emoción de la mano de los fotógrafos, unos compañeros de viaje de todas las épocas y procedencias. Todos ellos atestiguan la evolución de la fotografía, que funciona como metáfora de un viaje hacia territorios vagamente explorados, desde 1839 hasta nuestros días.