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Las voces de alarma.

Al valorar la obra de un autor, cabe preguntarse si se atrevió con su mundo, con  la condición humana, o se limitó a verter tinta como táctica evasiva. ¿Es escritor o  calamar? El calamar tiene la condición escapista de nuestra sociedad; puede cubrirla con cincuenta sombras. Al escritor, sin embargo, le basta con insinuar algunos términos para que muchos lectores huyan de él aduciendo estar hartos: prefiero no saber. Entre otras, actualmente hay tres palabras que provocan ese efecto. Crisis. Corrupción. Pobreza.  


¿Ha sentido la tentación de abandonar la lectura al oírlas? 


Muchos opinan que la extendida función lúdica de la evasión (omnipresente  en librerías y carteleras) no es más que un narcótico, útil tan solo para las clases  dominantes. La evasión propone tramas que permiten una sencilla identificación  con los personajes, terminan desenredando todos los nudos y resolviendo el  conflicto. En ellas todo acaba como se quiere que acabe y su aspecto comercial  demande. El lector, o espectador, sale satisfecho de su capacidad de empatía  o compasión y, en los numerosos casos de final feliz, relajado y en falsa  comunión con el mundo. 

Por otro lado, aquellos autores que eligen profundizar en la condición humana  y su mundo íntimo, se adentran en las posibilidades de conocimiento y denuncia que, como otras disciplinas artísticas, también asume la literatura. La trama se complejiza  y compromete con las dimensiones psicológicas e ideológicas y, en lugar de conciliar  al lector con nociones virtuales y ajenas a su inserción y compromiso social, le plantea  interrogantes e interpretaciones contradictorias. Estas son las obras cuya lectura  puede convertirse en una experiencia vital que suscite una transformación interior. 

En un mundo que ha perdido soporte moral como consecuencia del  individualismo provocado por el triunfante american way of life, tal vez la  transformación más urgente sea la disposición a construir un nuevo código  que nos permita creer en (y crear) una sociedad más justa. Sin embargo, este  cambio sólo podemos producirlo en el ámbito personal y, desde ahí, influir  en las vidas del entorno. Nuestro tiempo está marcado por una dicotomía:  retroceso moral o progreso ético


¿Cree usted, como Óscar Wilde, que todo  arte es inútil o piensa que tiene la capacidad de alterar lo establecido?